Monday, March 18, 2013

Los tres amigos del océano

Había una vez en el océano una pandilla de 3 peces que eran muy buenos amiguetes. Uno de ellos era un delfín llamado Joey, otro era un caballito de mar llamado Simón y el tercero era un tiburón martillo llamado Hammershark. 

Les encantaba jugar nadando entre los barcos piratas hundidos. Se metían dentro de la bodega, entrando y saliendo por ventanas y escotillas, jugando entre los cañones al escondite, al pilla-pilla, y a todos los juegos imaginables, aunque sabían que sus padres no les dejaban jugar en sitios peligrosos o desconocidos así que nunca se alejaban mucho.

Un día, Hammershark tenía muchos deberes y por la tarde se quedó en casa estudiando, así que se fueron a jugar Joey y Simón. Ese día, que estaban ellos dos solos y eran más aventureros que Hammershark, se fueron más allá del barco pirata y se adentraron en sitios desconocidos. Para ir más rápido Simón se cogía muchas veces con su cola retorcida a alguna aleta de Simón, que nadaba muy veloz. Al rato encontraron una cueva, en la que se podía ver una tenue luz al fondo. Se miraron mutuamente y pensaron: "no nos puede pasar nada malo yendo los dos juntos!" así que nadaron lentamente dentro de la cueva submarina hacia la luz.

Al llegar al final, vieron que la luz era debida al reflejo de un gran tesoro con diamantes, monedas y armas, entre los que había un baúl cerrado. Joey pensó que con su nariz podría abrir el baúl y empezó a golpearlo. Con las vibraciones y los golpes, se empezaron a tambalear las paredes y oyeron un gran estruendo en la entrada de la cueva. Fueron nadando rápidamente y se encontraron que una piedra enorme había taponado la entrada y no podían salir.
- Tal vez podríamos excavar un pequeño agujero para que salga yo que soy más pequeño e iré a buscar a Hammershark, quien seguro nos podrá ayudar. Dijo Simón.
- Tienes razón, asintió Joey mientras corría a buscar una lanza y una espada que había visto junto al tesoro.

Empezaron a excavar hasta que vieron un pequeño rayo de luz y Simón se pudo colar por la rendija. Nadó todo lo rápido que pudo, que no era mucho, ya que los caballitos de mar solo tienen dos pequeñas aletas y en cuanto llegó a casa de Hammershark toco en la persiana de su cuarto y le contó lo sucedido. Hammershark le dijo a su mamá que ya había acabado los deberes y pidió permiso para salir a jugar un ratito antes de cenar.

Hammershark y Simón fueron corriendo a ayudar a Joey sin decir nada a sus padres. Hammershark empezó a golpear la gran piedra que bloqueaba la entrada con fuerza pero solo conseguía hacer pequeñas hendiduras. Pensó que era el momento de poner en práctica sus poderes de Invizimal y poniendo toda su energía dió el golpe final, que consiguió romper la piedra.

Joey salió contento y abrazó a sus dos amigos y se fueron nadando los tres hacia casa prometiéndose que no volverían a adentrarse en lo desconocido ni meterse en sitios peligrosos.

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